-Shhh... Es un secreto. ¿Vale?
Esas son las palabras que siempre recordaré de sus labios. Ella y sus secretos.
Recuerdo a la perfección a mi amiga Lara, una niña alegre y divertida, parecía que nunca se le agotarían las pilas. Su larga melena castaña ondeaba mientras ella corría de un lado para otro, observando cada detalle con sus ojos negros como azabaches. Era una niña hermosa.
Recuerdo nuestros numerosos paseos por la montaña. Indagábamos por el bosque, como si fuese nuestra casa, conocíamos cada palmo, cada rincón. Teníamos mapas de todos los tamaños.
Ella era la que me guiaba siempre, yo era un niño bastante tímido, no me gustaba correr, pero por ella lo haría todo. Siempre la seguía, y mi pequeña melena marrón se endredaba en las ramas bajas, envidiaba el suave pelo de Lara, su pelo no se topaba con nada. Mis ojos solo eran capaces de verla a ella, tan marrones como mi pelo, tan ordinarios. En cambio los suyos expresaban tantas cosas... Eran casi Mágicos.
Una vez le pregunté porqué sus ojos eran tan bonitos y tan oscuros. Ella me guiñó uno de ellos con su característica sonrisa.
-¡Es un secreto, Jack!
La niña tenía una imaginación envidiable, cada vez que íbamos por algún lugar nuevo se inventaba historias de todo tipo, mágicas, de princesas, de malvados brujos, de animales parlantes... No había ningún límite para su mente. Cada vez que le preguntaba si creía en todas esas cosas respondía lo mismo: "Es un secreto".
También recuerdo aquel día, oh, aquel horrible día.
Teníamos ya catorce años, pero seguíamos explorando la montaña con entusiasmo. Recuerdo que ella se adelantó mientras yo miraba unas moras silvestres. Buscándola, escuché un grito un poco más allá. Era ella, corrí como pude.
Al llegar, ella estaba en el suelo, tenía un costado ensangrentado, iba a morir en pocos minutos. La cogí e intenté llevarla hasta casa, pero el agotamiento me traicionó al linde del bosque, justo en la entrada del pueblo. Yo lloraba. La miré y le pregunté que le había pasado.
Ella sonrió un poco triste, mientras el brillo de sus ojos se iba apagando.
-Shh... Es... Un secreto.
Dicho esto, se levantó un poco, y en un último aliento de vida, me besó.
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Ahora yo tengo cerca de noventa años, mi vida sin ella está costando un poco, pero ha ido bastante bien...
Oh, bueno, no hablo más, mis nietos están ya viniendo para que les de alguna historia nueva de hadas y bosques como las que les daba su abuela Lara. La pobre murió hace pocos meses de lo vieja que era y ahora me ha dado el relevo para hacer de cuenta cuentos.
¿Eh?¿Qué cómo logré salvarla?
Bueno...
¡Es un secreto!