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Día 1.
Nuevos compañeros.
Acabo de llegar a esta nueva clase. No conozco todavía a nadie y no estoy segura de cómo empezar a hablar con la gente. Quizá por el momento me quede callada, analizando a los demás.
Pero... ¿Por qué me miran así?
Día 7.
No entiendo qué he hecho mal, la verdad.
Yo solo quería ser amiga de mis compañeros, poder hablar entre clases sin preocuparme, poder sonreír como una niña feliz.
Pero al parecer hay algo que no encaja, porque me dicen cosas un poco violentas. ¿Les he hecho algo malo? No sé por qué me insultan.
Día 20.
No quiero volver a ese lugar.
Por favor, mamá, no dejes que vuelva. No dejes que vuelva a ver esos rostros diabólicos, esas miradas de odio, esas sonrisas de burla que caen sobre mí a todas horas.
Me hace daño...
Día 50.
Quiero que todo esto termine.
Me siento mal, no quiero que me sigan insultando, ¿Por qué lo hacen? ¿Por qué los demás no me ayudan?
¡Haced algo! ¿Acaso nadie ve mi sufrimiento, mis lágrimas?
¡Socorro!
Día 100.
Empiezo a pensar que es mi culpa...
Creo que es cosa mía, si todos me insultan allá donde voy, seguro que es por eso. La culpa es mía, es gracias a algo que tengo yo.
Quizá sea mi cuerpo, o mi cara. ¿O será mi forma de ser? No lo sé, pero es mi culpa.
Día 150.
Todo sigue igual.
Pensé que era mi culpa, y empecé a intentar cambiar. Pero no ha servido de nada, siguen todos igual, sigo siendo la escoria de esta aula. No lo soporto, quiero irme, no quiero volver a clase. Ayer no soporté el dolor y entré en ansiedad, he empezado a hacerme daño...
No quería... Lo siento, de verdad que siento existir.
Día 170.
Depresión.
Hace poco empecé a ir al psicólogo cuando mi mamá me pilló los cortes. La verdad es que ya no podía esconderlo más, eran cada día más profundos y no solo era por los brazos, también en las piernas y en el estómago. Ayer me vio mientras me cambiaba y se puso a gritar. Ahora el psicólogo dice que tengo depresión, y mamá no quiere hablarme.
Todo es mi culpa... Si solo hubiese sido mejor...
Día 200.
No puedo soportarlo más.
Llevo todo el curso sufriendo, y queda poco más de un mes de clase. Quizá eso debería motivarme, pero no soy capaz de ser feliz. El curso que viene volverán a estar todos ahí. Todo será igual. No quiero.
Nadie me ha ayudado, nadie me ha escuchado. Solo han observado. No puedo más.
Pedí ayuda, y nadie me la ha dado.
No quiero seguir así...
Día 250.
Me he cansado.
Estoy demasiado rota para seguir. Ya no puedo más, este es mi final.
Mis padres están decepcionados porque su hija se autolesiona, mi familia me mira mal, mis amigos me han dado de lado, mis compañeros me odian sin razón. No tengo nada. No tengo nadie.
Me he cansado de gritar, me he cansado de pedir ayuda, me he cansado de luchar.
Me he cansado de vivir.
No puedo más con esto...
Día 260 - Final de curso.
-"Chicos... Tengo que daros una mala noticia... Vuestra compañera se... Suicidó, anoche..."
¿Por qué ahora lloráis? ¿No era este vuestro deseo? Dejad de llorar...
Vosotros me habéis matado.
Muy bonito el poema, hay varias personas que sufren el bulling en mi curso y no me parece justo Igual si algunos leyeran poemas de este tipo se darían cuenta de lo que hacen con sus compañeros...
No es un poema, es una prosa escrita a modo de diario :3
Pues, si ves que alguien sufre acoso, ¡Actúa! Si no lo haces tú, es posible que nadie lo haga. No dejes que a las personas que les acosan se les arruine la vida.
No es necesario enfrentarte a nadie, con una sonrisa, palabras amables... ¡Sobra!
Quisiera dejar aquí mi propia historia con el Bullying:http://www.wattpad.com/story/19129285-~xxiii~
Ojalá alguien la lea :)
Lo siento jaja Es que yo estoy con los poemas y no hay quien me quite esa palabra de encima jaja. Bueno, pues te quería decir que la prosa escrita a modo de diario es muy bonita
Hoy justamente en clase hemos estado una hora hablando sobre un compañero, un problema que ha tenido (con el bulling) y nos han estado explicando la importancia que tiene tratar bien a las personas
Oh, tranquila, que ya tienes una lectora....
Con lo que a mí me gusta leer historias basadas en la realidad Aunque ojalá no hubieses tenido razones para escribir sobre el bulling que sufres No podré comentar en la propia historia, porque no tengo cuenta de wattpad. Pero te prometo que cada día voy a reservar un tiempo para leer una parte de tu historia
Modifcado por mi-lore (2014-10-25 01:02:00)
Buenas noches, me llamo Silvia, y estoy publicando una autobiografía en Wattpad. No es apta para gente sensible, pero quiero concienciar de que el acoso es un problema REAL. Dejo aquí el enlace y la última parte del texto para que la gente reflexione un poco.http://www.wattpad.com/story/19129285-~xxiii~
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El acoso. Vamos a conocerle más a fondo.
A pesar de que las últimas partes de mi historia apenas han estado enfocadas a él, ha sido el eje principal de doce años de mi corta vida. No tengo la mayoría de edad, y ya pienso como si mi mente hubiese vivido mucho más, y es que todas esas noches en vela, pensando hasta altas horas de la madrugada pasan factura. No es bueno calentarse tanto la cabeza, creedme.
¿Qué es el acoso? Muchos no lo saben. Es triste ver que para la mayoría, este hecho solo sucede tras las pantallas de la televisión o del cine, no se hacen la menor idea de que es algo que está pasando ahora mismo. Ahora mismo, en cualquier parte del mundo, incluso cerca de tu casa, hay un niño o niña llorando porque le están haciendo la vida imposible. Hay demasiada gente que no es consciente de la cantidad de gente menor de edad que su mente está tan desgastada que parece un adulto de cuarenta años.
Por eso, vuelvo a preguntar, ¿qué es el acoso?
"Insultar a alguien, pegarle, hacerle sentir mal, reírse de él...".
Definitivamente, no.
Eso es lo que vemos desde fuera, pero la víctima contiene tantísimas cosas que no están a nuestros ojos, que no podéis llegar a imaginar cómo es su mente cuando están en el auge de su acoso.
No son capaces de sentirse nada más que basura, se odian, quieren apartarse del medio, se sienten una molestia para todos, creen que no merecen absolutamente nada, sus noches son infiernos y la mente su peor demonio; las voces de toda la gente que les insulta rebotan en su cabeza incluso cuando están solos. Día a día, sin descanso. Su persona se desgasta hasta el punto de perder todo lo que les define como persona.
Pasan de humano a muñeco con vida.
Y todo eso, sin que nadie se de cuenta.
Todo empieza con un acosador, una víctima y un detonante. Este último puede ser absolutamente cualquier cosa. Un defecto físico, tener alguna peculiaridad, gustos distintos, tener un físico distinto al acosador, lo que sea. Incluso tus pertenencias pueden ser este detonante. Si surge el primer insulto, el odio se encargará de hacer lo demás.
Porque el odio es como una plaga. Aparece en un compañero de clase y poco a poco lo contagia a todos. El último en ser contagiado es el foco de esta plaga, la víctima, que termina por odiarse a sí mismo.
¿Por qué ese acosador ha querido insultar a una persona que no le ha hecho nada? Quién sabe, quizá ve en ella algo que jamás pudo alcanzar, o tiene alguna cualidad que le saca de quicio y cree que eso le da derecho a maltratarle, desahoga sus frustraciones personales con esta persona, la odia sin razón, le hablaron mal de ella y tiene prejuicios... Las razones son tan variadas, tan únicas, que no soy capaz de saberlas todas. Si las supiese, yo misma hubiese frenado mi propio acoso hacía mucho tiempo.
La gente suele pensar que los compañeros de clase van a estar ahí para defenderte. Pues no. Al menos, no es lo más común. En base a mi experiencia, existen cuatro tipos de compañeros.
Están aquellos que se contagian de ese odio y pasan a formar parte de los acosadores. Es decir, no saben ni de lejos por qué te están insultando, pero les resulta tan divertido el mote de alguien que sienten la necesidad de decirlo también. En ocasiones suelen ser amigos del acosador principal, que solo le siguen el juego.
Tenemos a los que meten leña al fuego. No insultan, pero avivan las llamas con miradas lascivas, risas de fondo, expandiendo disimulados rumores... Son los que crean el mal ambiente para volverlo más pesado para la víctima.
Los neutrales pertenecen a la gran mayoría de compañeros. Se limitan a observar sin hacer nada de nada. Quizá por miedo, quizá por pereza o porque les cae mal la víctima pero se ahorran malas palabras. A saber.
Por último, los legendarios compañeros que te defienden. Les añado ese adjetivo porque son más raros de ver que un extraterrestre. Por mi parte, en toda mi vida, habiendo pasado por cuatro centros distintos y habiendo conocido a más de trescientos compañeros, solo he tenido la suerte de tener a tres personas que me han defendido. En total, ninguna en primaria, una en secundaria y dos en bachillerato. Da mucho que pensar.
¿Por qué este miedo a defender al que está siendo acosado? No tengo respuesta alguna, la verdad. Admito que yo también he criticado a gente a sus espaldas, pero, ¿alguien acaso no lo ha hecho jamás? Eso no quita que, si esa persona que critico se ve en una situación donde le están acosando, le defendería, o al menos avisaría a un profesor. Sin embargo, en mi caso, jamás llamaron a los profesores a ayudarme, jamás confesaron lo que vieron. Jamás me ayudaron.
Los adultos, por su parte, poca idea tienen de lo que es el acoso. Durante toda mi vida se han pensado que con una regañina, una expulsión o un parte disciplinario iban a cambiar las cosas, pero eso no arregla absolutamente nada. Solo aviva el odio, aumenta los insultos. No estamos lo suficientemente preparados para enfrentarnos a un caso grave de acoso, a pesar de que ocurre a diario en todo el mundo.
Los padres del acosador, ¿qué hacen? En la mayoría de los casos, nada. Mi madre ha hablado con muchos de los padres y madres de esas personas que me insultaban, y las respuestas eran, cuanto menos, increíbles.
"Si mi hijo se comporta mal en el colegio, es cosa de los profesores, no mía".
"Yo no tengo nada que ver en lo que hace mi hijo en el centro".
"Si la insultan algo habrá hecho tu hija".
"¿Has pensado que quizá ella les provoque?".
"Solo son cosas de niños".
"Le doy la misma importancia a lo que os hace mi hijo que a vosotras, marchaos" <- Dicho personalmente a mí y a una amiga por parte de la madre de Esteban.
Y algunos ejemplos como estos. Lo cual me lleva a pensar que una parte de la culpa de que existan acosadores es una mala educación de los padres. O quizá sea una mezcla de todo en general. Nadie lo puede saber al fin y al cabo.
Sin embargo, la víctima es la persona que peor lo pasa, y es la que menos ayuda recibe. El acoso, aunque solo sea unos meses, te cambia completamente por dentro. Se convierte en un veneno que acaba contigo poco a poco, hasta que te reduce a cenizas.
El acoso no es un juego, no es un tema de una película, no es un simple "fea" o "tonta", no son niños riéndose en corro a tu alrededor. Es muchísimo más que eso. Es atentar contra la propia humanidad de la persona que lo sufre, y en muchos casos, el acoso se convierte en un asesinato. ¿Por qué nadie juzga a los que han provocado que un joven se suicide? Aparentemente en un suicidio no hay culpables, pero están muy equivocados. Los acosadores deberían pagar un mínimo por haber provocado que se pierda una vida.
Porque el sufrimiento que siente una persona para que decida quitarse la vida es lo más doloroso que nos podemos llegar a imaginar. El colapso de la mente, el naufragio de la esperanza.
Esas víctimas cuyo suicidio fue su única salida, el acoso les quitó incluso lo último que se pierde: La esperanza.
Les quitaron todo cuanto eran.
¿Qué razones había para hacer esto?¿Qué tan grande puede llegar a ser el odio como para querer hacer que la otra persona muera?¿Acaso la diversión vale más que la vida de la otra persona?
He dicho mucho acerca del acoso, pero jamás podré definir en su totalidad el infierno por el que se pasa.
El acoso puede llegar a durar un tiempo, pero el dolor se queda en la memoria muchísimo más tiempo, en algunas ocasiones, para siempre.
Te cambia totalmente.
En mi caso, y volviendo a mi propia historia, de pequeña era una niña muy charlatana. Siempre estaba moviéndome de aquí para allá, hablando con cada adulto que me parecía bien hablarle, jugando con todos los niños. Abierta, juguetona, bromista. Una niña totalmente normal, ¿no? Así debería haber continuado hasta la adolescencia.
Pero todo se paró de golpe con mi llegada a Primaria empecé a volverme tímida, arisca, contestona. Lloraba por todo, me volví una melindrosa con la comida, dejaron de gustarme muchas cosas que hacía, escuchaba o comía. En algunos cursos como cuarto y quinto tuve algunos arrebatos de rebeldía en los que pretendía poder defenderme, me hacía la dura y solo recibí más humillaciones. La niña que salió de aquella etapa era todo lo opuesto a la que entró seis años atrás.
En Secundaria traté de ser más amable y abierta. Ahí fue cuando me volví una ingenua e inocente, o quizá ya lo era, pero simplemente me quedé atrás mientras todos se volvían unos astutos y espabilados adolescentes. Se aprovecharon de mi bondad como quisieron, y eso desembocó a que los dos últimos años de Secundaria me volviese respondona, irascible y desconfiada; además de otras personalidades que ocultaba, como una chica que pasaba las noches deprimida, la niña que todavía quería tener amigos, la Silvia que quería ser feliz. Todo oculto bajo una capa de enfados y lágrimas.
En Bachillerato, todo parecía haber terminado, pero llegaron todas las secuelas. La baja autoestima, el odio a mí misma, la inseguridad, estar ausente, la incapacidad de relacionarme, el miedo a los demás, la falta de confianza. Fui, durante muchos meses, un fantasma.
Y justo cuando pensaba que iba a avanzar y ser feliz, a mitad del segundo trimestre, la situación volvió a empeorar. Volvieron las traiciones y los insultos. Me derrumbé de nuevo. Y he estado arrastrándome por el suelo por muchos meses.
Actualmente, todavía me estoy levantando.
Me atrevo a decir que he cambiado para bien en estos últimos meses. Soy más feliz, más abierta, logro entablar conversaciones por mi propio pie. Aunque a veces me siga sintiendo ridícula y sobrante, poco a poco estoy superando mis miedos. Sin embargo, mentiría si dijese que ya estoy bien.
Los insultos siguen acosándome algunas noches entre pesadillas, los rostros siguen clavándose en mi pecho cada vez que los veo en la calle, los recuerdos me siguen torturando. Sigo luchando, y es una guerra que me va a llevar muchos años. Porque el acoso quizá no es una enfermedad mental, pero su recuerdo debe ser superado como si se tratase de una.
Me llamáis fuerte, me llamáis guerrera, y no soy nada de eso. Solo soy Silvia, mi única proeza ha sido sobrevivir a doce años de infierno. No quiero compensaciones, no quiero mensajes de ánimo, no quiero compasión. Porque no lo necesito yo.
Sino todas esas personas que todavía están huyendo del infierno.
Muchas gracias a todos por haber leído mi historia. Quiero que sirva de ejemplo para que se pueda prevenir y eliminar el acoso de una vez por todas. Que nadie más viva esto, que nadie más se quite la vida por no tener esperanza, que nadie más viva el acoso escolar jamás.
Eso es algo que podemos lograr entre todos.
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