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Aquí les dejo todos mis Blogs y algún relato de ejemplo ^^
Un mundo plateado (relatos cortos):http://silvermoon178.blogspot.com.es/
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Relato de Un mundo plateado.
"Mi propio destino"
La música resonaba con insistencia en mis oídos, tan relajante y placentera. Tal y como la recordaba. Hacía unos días que no me quedaba batería en el MP3 y no encontraba mi querido cargador. Suspiré al llegar a casa, hacía una temperatura demasiado elevada como para andar sin sueño por las veraniegas calles de mi ciudad. Pero casi prefería eso a entrar en mi casa. Era un antro de rutina, siempre lo mismo, rodeada de gente que no sabía apreciarme. Odiaba mi casa.
Tardé un poco en decidirme a entrar en casa, ya que apenas entrara mi madre me obligaría a quitarme mis cascos de música e irme a estudiar en silencio, así que me quedé sentada en el portal, mirando el sol pasando entre las delicadas hojas del fresno que crece en frente de mi casa. Miré extasiada el extraño momento en el que toda la naturaleza se paró por completo mientras en mis cascos sonaba la canción más mágica de mi repertorio. No sabía su procedencia, simplemente la encontré por Internet, sin título ni álbum. Según el vídeo, era la canción olvidada.
De pronto, el momento de simbiosis se rompió con una fuerte ráfaga de viento, que me obligó a cerrar los ojos de golpe, haciendo que perdiese el equilibrio y cayese del escalón de la entrada. Al abrirlos, noté por un momento una figura escondiéndose detrás del árbol, entre risas. Me asomé, pero la extraña figura me evitaba. Demasiado escurridiza, pensé.
-Te veo.
La voz de aquel ser era mística, aguda y cantarina como la de las hadas, pero con una potencia digna de un Dios... O un demonio. La encontré asomada detrás mía, mirándome con una sonrisa. Era solo una niña. No aparentaba más de cinco años, iba vestida con un simple vestido blanco, y llevaba una corona de flores en su largo y lacio cabello rubio, de puntas rosadas.
-¿Qué eres?
La niña me miró con una sonrisa más amplia, y se acercó a mí con solemnidad.
-Soy tu compañera, soy la criatura feérica que a todo ser humano se le asigna al nacer. Yo soy tú.
Me quedé impresionada con sus palabras, pero no le creí hasta que me dio la espalda por un momento. Su cabello dejaba entrever los restos de lo que un día fueron alas, ahora solo eran sus raíces, cortadas.
-Que no te extrañen mis alas, compañera - dijo con tristeza -. Yo dependo de ti. Las personas de esa casa te han cortado la libertad, te han tapado tu destino, acoplándote al suyo - me miró con sus mágicos ojos verdes -. Ven conmigo, recuperemos juntas nuestras alas.
Hipnotizada por sus palabras, le tomé la mano que ella me tendía. En ese momento, pude ver cómo sus alas se volvían a abrir, mostrando unas preciosas alas de mariposa, de tonos violetas y rosas, no tardaron en alzar el vuelo, pero yo no subí con ella. No hacía falta estar unidas, sonreí.
-A partir de ahora... Tendré mi propio destino.
Y lo hice. Sin que nadie de esa familia pudiese impedirlo, entré a mi casa, cogí una maleta y guardé mis escasas pertenencias, las pocas que me permitían tener. Guardé mi ropa favorita y salí de esa casa para siempre. Tenía poco dinero, y estaba sola. Pero quien nada arriesga, nada consigue. Empecé mi viaje bajando la carretera en mi bicicleta, gritando al viento que nada me podría detener.
Y ahora, aquí me tienes. No me ha ido nada mal, trabajos parciales y ayudas generosas me han permitido conseguirme ciertos lujos como un portátil y poco más. Pero a pesar de ser trotamundos, no soy infeliz. Tengo mi propia historia, tengo algo que hoy en día nadie se atreve a crear. Recuerda. Que nadie te ate nunca a algo que no quieres: Vive, sueña, sé lo que quieras ser, porque no te conformes con un "Yo simplemente lo veo en la televisión." ¡No!
Alcanza tus metas, y aunque fracases, levántate de nuevo. No renuncies a tu propio destino.http://silvermoon178.blogspot.com.es/20 … mment-form
Dejo por aquí mi Wattpad por si a alguien le interesa http://www.wattpad.com/user/NozomiXXIII
Subo el primer capítulo de una historia por si a alguien le interesa.
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DECADENCIA.
Capítulo I - Días de verano.
Bienvenidos a Naples, la ciudad de Florida con la playa más relajante del estado, con sus azules aguas brillando en el horizonte y un sol tan abrasador que parece que esté ofreciéndote una siesta bajo una sombrilla en la arena. El viento solo se puede comparar con el mismo Caribe, tan fresco, con su olor a sal marina y carne recién asada. Además podía escuchar desde aquí las olas estrellándose contra la arena, cómo me gustaba ese sonido, me recordaba demasiado a mi infancia, que la pasé en su totalidad bañándome en el mar.
Y todo eso, si lo mezclas con una agradable siesta a media mañana, es prácticamente el paraíso...
-Adam Collet, ¿sería tan amable de despertarse? - excepto si esa siesta es dentro de clase.
Suspiré desde mi pupitre apenado al ser descubierto por la profesora. No era la primera vez que me pillaba durmiendo en hora de historia, pero por la expresión de su cara, si continuaba así iba a ser la última. Poco me importaba, después de todo, si estaba cursando Bachillerato era por mera obligación de mis padres. Todavía no encuentro lógica al hecho de que aprobara el undécimo grado sin problemas, cosa que no se estaba repitiendo en el duodécimo.
Traté de mostrar mi mejor sonrisa mientras me desperezaba de forma descarada. Cuando terminé, miré a la mujer con ojos divertidos.
-¿Sí, Señorita Marianne?
-Sabe perfectamente que la escuela no es un lugar para dormir, Adam - se inclinó ligeramente para tratar de añadir gravedad a su expresión -, ya van tres veces en una semana, ¿es consciente de que debe corregirse?
Mientras me recostaba cómodamente sobre el respaldo de mi asiento, puse las manos tras mi cabeza y evité mirar por la ventana, la cual mostraba directamente el tentador océano.
-Lo siento mucho profesora, pero no puedo evitarlo, esta clase me produce un efecto somnífero - forcé un bostezo que provocó un par de risas contenidas entre mis compañeros - ¿ha probado a hacer las clases menos aburridas?
Noté sus mejillas encenderse en una mezcla de vergüenza y rabia mientras el resto de alumnos seguían tratando de no estallar en carcajadas. Alguno me miraba con decepción, pero poco me importaba. Por no decir que nada en aquel instituto me producía el más mínimo interés.
La profesora iba a empezar a gritarme, eso estaba claro. Sin embargo, aquel día se hizo realidad el dicho "Salvado por la campana", pues el timbre para la hora del almuerzo sonó en ese mismo instante. No esperé ni un segundo, cogí mi mochila todavía para abrir y me largué al patio.
Tenía pensado marcharme en ese momento, pues estaba bastante harto de las clases, además esa mañana había olvidado peinarme y tenía toda mi cabellera despeinada. Y creedme cuando digo que una media melena sin peinar es lo más parecido al infierno capilar. Normalmente no prestaba atención alguna a mí alrededor, pues a pesar de ser un chico relativamente popular, solía ignorar completamente a las personas que me miraban desde las taquillas, o los chicos que dejaban caer algún gesto de envidia en su rostro. Tampoco era un chico demasiado cotilla, así que las conversaciones ajenas me importaban lo que venía a ser una mierda, o menos.
Sin embargo, ese día sentí curiosidad por un pequeño grupo de chicos que parecían ser de primer curso. No sé si fueron aquellas miradas excesivamente burlonas o el modo en el que escribían frenéticamente en su móvil, pero algo provocó que llamaran mi atención. Cuando llegué a su lado, disminuí el paso para escuchar parte de su conversación.
-¿Estás seguro de que esto es buena idea?
-Qué importa eso, la cuestión es que hemos logrado que deje de venir, ahora tenemos que hacer que no vuelva.
-La muy imbécil se creyó que quería ser su amigo y me dio su móvil - observando de reojo pude notar una mueca de asco -, qué asco, jamás me volveré a acercar a ella.
"Así que en Bachillerato siguen pasando estas cosas" pensé, algo decepcionado. Creí que los insultos y acosos eran cosas de niños de Secundaria.
Sacándome de mis pensamientos, la profesora apareció delante de mí con cara de pocos amigos. Creí que iba a tener que pasar las tres horas de clase que quedaban encerrado en la biblioteca cumpliendo castigo, pero no fue así.
-Queda usted expulsado de forma indefinida, Collet. Ya he llamado a sus padres.
Apreté los puños, sabiendo que me llevaría gritos apenas llegara a casa, así que no me lo pensé más y me marché por la puerta principal, alzando los brazos en un vistoso corte de manga.
-¡Adiós a todos, me marcho de este antro!
Y tras dejar a todos mis compañeros con rostros de admiración, odio y estupefacción, me adentré en las refrescantes calles de Naples. Hacía un sol demasiado agradable para un día de Mayo, pero no le di importancia, ya que eso significaba que podía pasar un día de verano en pleno curso. Por no decir varias semanas, hasta que me admitiesen de nuevo en clase.
-¡Al fin aire libre! - exclamé para mí.
Naples era una ciudad bastante pequeña, donde no llegábamos a los veinte mil habitantes. Formada por varias urbanizaciones de grandes edificios, los lugares principales como escuelas u hospitales y todo lo demás eran largas calles de casas adosadas. Los paseos marítimos estaban formados por puestos de comida y vendedores ambulantes, además de muchas palmeras con su correspondiente sombra.
Al ser un miércoles en horario laboral, las calles estaban prácticamente vacías, con solo algunos turistas y otros adolescentes que, al igual que yo, no tenían nada que hacer. Tras pasear durante media hora, me tumbé a los pies de una palmera y cerré los ojos, cansado.
Por unos instantes la idea de que nada podía ir mal se formó en mi mente. El viento fresco mezclado con un caluroso sol, la sombra de aquella palmera, las voces extranjeras... Al menos, eso estaba pasando hasta que un doloroso golpe en el pie y el sonido de una caída me hizo bajar de las nubes.
-¡Lo siento mucho!
Cuando miré a mis piernas, lo primero que encontré fue a una chica tirada en el suelo, frotándose una rodilla magullada. A nuestro lado estaba el skate que había causado la caída, al levantarme noté con alivio que el golpe solo me dejaría un vistoso cardenal durante varios días, mientras que la chica tenía la rodilla sangrando.
-¿Estás bien? - dije, ofreciendo mi mano para que se levantara.
-Sí, gracias - me cogió la mano y se levantó, poniendo al sitio su larga melena de color avellana. Al mover la pierna hizo una mueca de dolor -, ¿tienes un pañuelo o algo para tapar la herida?
Rebusqué un poco por mi mochila y le ofrecí un paquete de pañuelos. La observé mientras se curaba con cuidado la herida, parecía que estaba acostumbrada a esas cosas.
-¿Estás estudiando enfermería o algo así? - pregunté, tratando de sacar conversación -. Se te da bien curar heridas.
Me miró un poco sorprendida, pero sonrió mientras empezaba a reír.
-No, pero hice un curso de primeros auxilios - se encogió de hombros -. Voy a undécimo grado del Bachillerato en el Sweet Winter.
-Entonces somos compañeros de instituto - dije, dando a entender que iba al mismo centro -, ¿y por qué no estás en clase?
-No me apetece ir - respondió mientras entornaba los ojos -, yo quería ir a otro instituto, pero mis padres son idiotas.
-Créeme que sé de eso, yo estoy en segundo por pura obligación.
Sin darnos cuenta nos habíamos puesto a pasear por la extensa calle comercial de Naples, con el mar brillando a nuestro lado. Era una chica agradable.
-¿Quieres un helado? - Interrumpió ella -, quiero disculparme por lo del golpe.
-Vale, si me dejas invitar a mí - la miré al darme cuenta de algo -, por cierto, ¿cómo te llamas?
-Elise Sanders, ¿y tú?
-Yo soy el gran Adam Collet - dije en tono de broma.
Logré mi objetivo de hacerla reír sinceramente, ya que parecía ligeramente decaída. No la conocía de nada, pero tampoco iba a dejar que estuviese triste. Muchos me veían como un chico "malo", por el simple hecho de no soportar las clases y pasarme los días vacilando a los profesores. En el fondo yo era una persona muy amable, pero es difícil de demostrar cuando estás en un instituto lleno de falsos que no pueden considerarse buenos amigos. Era ley de vida en cualquier lugar.
Si no eres lo suficientemente fuerte, acabarán contigo.
Con esa idea, siempre fui con mucho ojo a la hora de conocer a las personas. Tuve la entera suerte de que jamás tuve problemas con nadie, no he tenido peleas, no me han insultado, y los rumores a mis espaldas han sido escasos. No me puedo quejar.
Pero sabía que hay gente que no tiene esa suerte, y de vez en cuando dejaba ir mi lado amable con los que parecían llevar un mal día; este era uno de esos casos.
Llegamos a una heladería cerca del puerto, donde le dije que pidiese el helado que más le gustara. Ella pidió uno de turrón, y yo mi tan amado helado de chocolate. No cambiaría esa sustancia divina por nada del mundo. Tras esto, nos sentamos en un banco del paseo.
-¿Y tú, por qué no estás en clase?
-Me han expulsado - dije con total indiferencia -. Dejé en ridículo a la profesora de historia y aquí me tienes.
-Imagino que tampoco estás en casa por eso mismo.
Reí con ironía.
-Si llego a ir a casa, me matan, ya han llamado a mis padres para informar, así que volver cuando todos están llegando a casa no colará - me encogí de hombros -. No es que me lleve muy bien con ellos.
Elise miró al suelo mientras jugaba con la cuchara del helado. Sonreía apenada.
-Yo tampoco, me ignoran completamente. Ni siquiera le están dando importancia a que me salte las clases algunos días.
-¡Tengo una idea! - exclamé, girándome para mirarla -. Ya que ninguno vamos a clase, podemos quedar juntos cada vez que queramos pasar de las estúpidas clases.
Su mirada pareció iluminarse con ilusión, y luego sonrió mucho más ampliamente que antes, pero esta vez de forma alegre.
-No le veo problema, así aprender con el skate será más divertido.
-Y yo podré tumbarme a la bartola sin peligro de que me roben.
Pasaron las horas de la mañana entre risas e historias, ella me contaba alguna anécdota divertida y yo respondía con otra. El tiempo pasaba volando sin darme cuenta. Llegó la hora de comer y no teníamos dinero para un restaurante, así que tuvimos que despedirnos ahí.
-Ha sido divertido - comenté -. Has tenido el placer de conversar con el estupendo Adam - hice una forzada reverencia en gesto de excelencia -. Siéntete afortunada, señorita Sanders.
Siguiendo mi broma, se hizo la interesante con un gesto muy del siglo pasado. Era tan cómica cuando se lo proponía.
-Por supuesto, gran Collet, no he podido disfrutar más mi estancia con usted.
Tras unas risas, nos miramos con un gesto que anunciaba la despedida. Me costaba separarme de alguien que me había caído bien para irme luego con mis padres. Había olvidado mentalizarme para la gran discusión con ellos y eso me costaría enfadarme un poco más de lo normal. Pero qué remedio.
-Suerte con tus padres ahora - dijo ella, viendo mi preocupación.
-Tranquila, estoy más que acostumbrado - suspiré algo aburrido de pensar en ellos -. Suerte a ti con tus estúpidos padres.
Cada vez que hablaba de ellos entornaba los ojos, dando a entender lo aborrecidos que los tenía, a ellos y a su convivencia con los mismos. Incluso un recién conocido como yo era capaz de verlo a millas de distancia. Tras un gesto con la mano, empezamos a caminar en direcciones opuestas, o eso pensé, hasta que me detuvo agarrándome por el brazo.
Mis ojos ámbar se encontraron con sus esperanzados ojos turquesa, que dejaban ver una ilusión exagerada para algo tan simple como lo que iba a pedir.
-¿Podremos quedar mañana?
Sonreí y le mostré mi móvil con un guiño.
-Por supuesto, esta noche te hablaré para quedar.
Tras despedirnos, me fui corriendo a casa, donde inspiré varias veces antes de entrar. Escuchaba a mis padres discutir entre ellos, hablando de lo mal hijo que era y de mis bajas notas durante todo el curso, que en pocos días iba a ser el examen de ingreso a la universidad y no iba a poder hacerlo por los suspensos.
En un agotado suspiro, entré a la casa, dispuesto a volver a ignorarlos.